Serenazgo recoge hasta siete intoxicados por noche, pero la mayoría rechaza ayuda psicológica y abandona el tratamiento
En Puno, durante este año, el psicólogo Manuel Rodríguez, coordinador del programa de control y prevención en salud mental de la DIRESA Puno, alertó que el consumo de alcohol en adolescentes y jóvenes está aumentando aceleradamente y que muchos rechazan recibir atención incluso después de episodios graves de intoxicación, una tendencia que podría derivar en una crisis regional. Según remarcó, “la mayor cantidad de personas no busca ayuda, aunque se acerque el personal de salud; cuando se recuperan, simplemente se van”.
Rodríguez detalló que el serenazgo recoge entre seis y siete personas intoxicadas cada día, varias de ellas menores y jóvenes. Tras ser estabilizados, “no aceptan seguimiento; para muchos es normal beber en exceso por presión del grupo o por la conducta aprendida desde casa”. Esta resistencia persistente impide que las cifras reflejen la verdadera magnitud del problema.
Desde abril, los Centros de Salud Mental Comunitaria atendieron 1 184 casos vinculados al consumo de alcohol y a otros trastornos psicológicos. La mayor incidencia corresponde a adolescentes y jóvenes, donde se ha registrado un aumento de ansiedad, estrés, depresión, irritabilidad y cuadros severos como esquizofrenia. También se reportaron incrementos en consumo de alcohol asociado a problemas emocionales y sociales.
El especialista recordó que “el alcoholismo es una enfermedad irreversible y el tratamiento es muy complicado; por eso apostamos por la prevención”. Para identificar casos tempranos, el personal aplica fichas de tamizaje de ocho preguntas, herramientas que cualquier profesional de salud puede usar para detectar signos iniciales. Los casos leves se manejan en el primer nivel; los moderados y severos se derivan a especialistas.
Rodríguez enfatizó que todo problema de salud mental está relacionado con factores biológicos, psicológicos y sociales. Agregó que “la genética juega un papel importante, pero no es determinante”. Sin embargo, el mayor desafío continúa siendo la negativa de los usuarios y, en muchos casos, la falta de apoyo familiar. Incluso cuando los padres detectan problemas en menores, muchos no continúan con el control ni el tratamiento.