El trabajo infantil, debe estudiar el fenómeno no sólo en la labor de los niños trabajadores, sino también al contexto social y económico en que tal actividad se lleva a cabo.
Por: José Calisaya
Las organizaciones gremiales sociales en el Perú se dieron con fuerza en las dos últimas décadas del siglo XIX, como consecuencia del desarrollo industrial estimulado por las inversiones del capital extranjero ocurrida desde los años 1850, con el tiempo se fueron consolidando y extendieron a partir de 1880; mientras ello ocurría, iniciaba a circular ideas de carácter socialista entre los trabajadores del país. En mayo de 1886, se realiza la primera unificación al fundarse la Confederación de Artesanos “Unión Universal” (CAUU), que reunió casi todos los gremios de Lima en base a principios filantrópicos y de solidaridad. Pocos años después en octubre de1904 se funda la Asamblea de Sociedades Unidas, que funcionó como un foro permanente de conciliación además de su papel de promoción del mutualismo y del cooperativismo; también se organizó la primera biblioteca popular (Pereda Torres, 1982:37-107; Barcelli, 1979:32-46, 57-59).
En Puno en 1885 se crea la Sociedad Fraternal de Artesanos de Puno, fundado por Agustín Tovar Málaga, quien además fue donante del terreno donde actualmente se ha edificado el local institucional, sito en el jirón Arequipa N° 106 de la ciudad de Puno. Estuvo integrado por artesanos, en su condición de socios, que se dedicaban a los oficios más diversos: albañiles, carpinteros, gasfiteros, ceramistas, ojalateros, tejedores, pintores, electricistas, yeseros, chaperos, herreros, zapateros, panaderos, etc. Los gremios de esta época tuvieron órganos de expresión escrita como “El Artesano” de Puno (década de 1850), imprenta de José María Valdez; “Unión Obrera” editada en 1887, órgano de la Sociedad Fraternal de Artesanos, dirigido por José Ignacio Gamio; “La Voz del Obrero” de 1914, dirigido por Eduardo Formier Barrionuevo; Boletín Titikaka de 1926, dirigido por Gamaliel Churata; “El Indio” de 1929, que reforzaba la creación del Patronato de la raza indígena, presidida por Monseñor Justo Pastor Riquelme; “El Artesano Puneño”, de 1950, etc. Editaron periódicos de las cuales reflejaban las inquietudes intelectuales y sociales de aquel entonces.
Es un hecho conocido que las masas artesanales y gremiales participaron de manera organizada en las decisiones políticas y económicas de la primera mitad del siglo pasado. Esa fue su característica, una fuerte conciencia gremial que lograba presencia constante en movimientos mutuales, abocados a mejorar su posición en la sociedad; ahora bien, tengamos presente que los miembros de los movimientos gremiales, eran padres de familia, y como tal, infundían en los hijos el trabajo y apoyo a la actividad que sus padres realizaban; era un tipo de trabajo infantil instructivo, como parte de la formación de los niños para que “sean responsables, sepan apreciar el valor de las cosas y el esfuerzo necesario para obtenerlas”; la transmisión de los conocimientos se daba en forma práctica, para seguir la tradición y mantener el negocio y/o empresa(OIT, 2004), además con el ideal que: “se posibilita a los niños aprender un oficio con el cual mantenerse cuando sean adultos y tengan familia”.
En esta realidad de conmoción social y cultural a lo largo de la primera mitad del siglo XX, surgieron importantes movimientos intelectuales, culturales y políticos. Durante este periodo, surgió una notable generación de personalidades que destacaron en la política, la academia, el fuero, la docencia, la prensa, las artes y la cultura. Esta nueva generación estaba convencida de la necesidad de generar cambios en la sociedad altiplánica y peruana para superar las grandes desigualdades existentes entre las distintas clases y estamentos sociales; es necesario resaltar, que muchos de esta generación, se vincularon a los movimientos indígenas y prestaron colaboración en sus esfuerzos por alcanzar la justicia social y lograr un reconocimiento como ciudadanos con derechos y deberes.
Por otro lado, en la zona rural un gran porcentaje pensaban que la educación carecía de propósito inmediatos; cuando la escuela y el trabajo entran en conflicto, estos padres tienden a valorar más el trabajo, pues éste trae beneficios inmediatos para la subsistencia de la familia; podemos imaginar que la problemática en cuestión parte desde la psicología comunitaria, enfatizada en la psicología cultural; otra realidad que resaltar, está relacionado a la incorporación del menor a la fuerza laboral, como resultado de una combinación de variables económicos, sociales y culturales, que parte de la relación de parentesco, amistad, padrinazgo y autoridad acompañadas de una oportunidad de empleo, que son factores determinantes en el trabajo del menor. Estos aspectos que determinan el trabajo infantil pueden ser descritos desde el punto de vista de la demanda y la oferta, o según si son internos o externos al hogar. (BM Quiroga, El trabajo infantil; 2006)
El trabajo infantil como práctica inducida y permitida por los mayores, está relacionada por tradiciones y creencias culturales del entorno familiar, donde es normal ver al menor trabajando desde temprana edad. Según Estrada (2017), el trabajo infantil, debe conducirnos a estudiar el fenómeno no sólo en relación a los efectos que la actividad laboral genera en los niños trabajadores, sino también al contexto social y económico en que tal actividad se lleva a cabo; realidad que concuerda con los postulados de la OIT, que refiere: el trabajo infantil, es “todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.