Las danzas aimaras, con indudable influencia hispana, son fluidas y admiten varias composiciones, negar esa dinámica es volver al oscurantismo medieval
Por: Jaime Barrientos
Estos días son picantes y reactivos en la población de Puno por las acciones y reacciones de cierta dirigencia paceña frente al arte folclórico puneño. Se nos acusa de plagio de danzas. Esa acusación es injusta, desmedida y despechada. Frente a esa desproporcionada campaña internacional es necesario mantener serenidad. El arte folclórico aimara no pertenece a un solo lugar geográfico y tampoco, es expresión acuartelada. Las danzas aimaras, con indudable influencia hispana, son fluidas y admiten varias composiciones, negar esa dinámica es volver al oscurantismo medieval.
Por otro lado, el Titicaca pese a ser peruano y boliviano por demarcaciones fronterizas que lo fraccionan políticamente, es unidad y en el tiempo es unidad y va más allá de jurisdicciones y caprichos políticos. Lo aimara es unidad en la diferencia. Ante ello, la UNESCO debe actuar como intermediaria que remedie de una vez. ¿Dónde se oculta la aludida nación aimara? ¿Debajo de una capa de diablo o se oculta en los entresijos de una pollera abreviada de una caporalina semi desnuda? Tonterías. Las danzas del Perú altiplánico y de Bolivia andina son similares y punto.
Vamos a una pincelada histórica. La ciudad más próxima a la Capital del Folclore Peruano, que es Puno, es la ciudad de La Paz, capital de Bolivia. Los puneños, aun subterráneamente, caminan unidos con las poblaciones aimaras de ese país, usando variados vínculos culturales. Somos casi lo mismo a pesar de poseer diferencias y dinámicas particulares que tejen idiosincrasias que, por ejemplo, poseen mayor hondura que las existentes entre puneños con trujillanos o de puneños con limeños, pese a que Lima es más mestiza e hibrida que una mandarina transgénica. La vecindad, de frontera, es vecindad y vinculación. Y Puno camina más junto a Bolivia que a Ecuador.
La población de Puno por culpa de la oligarquía limeña hispanista hasta el tuétano menospreció y despreció a Bolivia y a sus poblaciones. Lo mismo hizo Puno por imitación y plagio social mediante la clase hacendada pro limeña. Con el tiempo solo se unieron las clases populares básicamente aimaras del oriente puneño con las paceñas que ahora por práctica y recreación de danzas comunes afilan los colmillos y en excesos y rabietas deplorables dinamitan los sobrevivientes puentes que unen a poblaciones de Puno y Bolivia. Los perjudicados son pocos, los enardecidos son muchos y los efectos de estas rabietas, felizmente, no durarán mucho.
Que se acuse de plagio a Puno en cuanto a la práctica de sus danzas es delirante. Otra cosa sería, por ejemplo, que las poblaciones de los Dardanelos griegos o del África congoleña dancen las diabladas altiplánicas y arguyan que es de su autoría y hasta de su ancestralidad. Esa osadía, sería inaceptable como el engreimiento del propietario de una vaca holandesa que, en un solo día, produce 50 litros de leche en Cochabamba y cuyo dueño cree que su vaca es la mejor ubre del planeta. Puno mantiene préstamos artísticos con Bolivia y también a la inversa, fundamentalmente con la población cuica de cueca y de orureñas diabladas, que hoy endiablan la fraternidad.
El Altiplano abarca cuatro países. En el Perú es más extenso y bello. Lo árido se extiende por Bolivia, en Oruro y Potosí. El altiplano suave llega hasta Humahuaca en Argentina, y lo cordillerano se arrincona en Chile, Arica y parte de Antofagasta donde va camino a la muerte. Esa geografía de altura abrupta y pradera extendida es una casa geográfica que une y define idiosincrasia que nos vuelve culturalmente similares aún en las diferencias. El arte no es ajeno a esa unión y diversificación. Desde el huayño tarijeño, hasta la danza salteña o la Diablada puneña u orureña las similitudes de compás, vestimenta y ornamento caminan por la misma vibración andina.
Lo grave es que, por recelos indebidos y competencias supremacistas y supuestas paternidades artísticas el encono aflore y cause heridas. Se requiere que el ministerio de RREE del Perú participe ante la Unesco.
Finalmente, que se declare Patrimonio Inmaterial de la Humanidad a la Diablada de Oruro, es un tema que complacerá a los bolivianos y no tienen por qué disgustar a los puneños. Además, y paulatinamente los investigadores de la cultura artística de Puno demostrarán al mundo donde nacieron las danzas y cuál fue su vientre original que luego produjo inseminaciones que difundieron diversos padres eventuales.