Desde menos de 10 horas hasta casi tres años: así han variado los tiempos para elegir al sucesor de San Pedro
Cada vez que la silla de San Pedro queda vacante, se activa uno de los procesos más enigmáticos y esperados de la Iglesia Católica: el Cónclave. Durante este rito reservado solo los cardenales electores, deciden quién será el nuevo Papa. Aunque en la actualidad este proceso suele durar pocos días, la historia ha registrado casos tanto de decisiones relámpago como de votaciones eternas.
En tiempos recientes, los cónclaves se han resuelto con notable rapidez. El Papa Francisco fue elegido el 13 de marzo de 2013, tan solo dos días después de iniciarse el proceso. Lo mismo ocurrió con Benedicto XVI en 2005 y Juan Pablo II en 1978, cuyos nombramientos también se concretaron en apenas 48 horas. Este ritmo acelerado es posible gracias a una norma que permite hasta cuatro votaciones por día.
Entre otros ejemplos del siglo XX, Juan Pablo I fue elegido en el segundo día, Pablo VI al tercero, y Juan XXIII al cuarto, tras once votaciones.
Sin embargo, la historia también conoce momentos de estancamiento extremo. El cónclave más largo jamás registrado ocurrió entre 1268 y 1271, cuando pasaron casi tres años sin acuerdo entre los cardenales reunidos en Viterbo. La desesperación de las autoridades locales fue tal que quitaron el techo del recinto y limitaron la comida para presionar una decisión. Finalmente, fue elegido Gregorio X.
En contraste, el cónclave más corto tuvo lugar en 1503, cuando Pío III fue elegido en menos de diez horas. Su pontificado, no obstante, fue igual de breve: falleció 26 días después.
Estos contrastes muestran que, aunque guiado por tradiciones milenarias, cada cónclave tiene su propio ritmo, influido por el contexto político, espiritual y eclesial del momento.