Alfonso Torres Luna, maestro que no usó la pedagogía para angustiar


Alfonso Torres Luna
Foto: Alfonso Torres Luna

Por: Jaime Barrientos

La vida fulgurante de Alfonso Torres Luna fue similar a la del luminoso cometa que surge de súbito en el firmamento y pasa raudamente frente a nosotros e ilumina nuestra oscuridad externa e interna, al tiempo de entusiasmarnos porque su brillante paso nos conmueve hasta el alma, aviva nuestra mente habituada a la somnolencia y sacude nuestro frío corazón, porque todo cometa es maravilla circunstancial y prodigio espectacular y, Alfonso Torres Luna puneño, que vivió solamente 34 años, fue la luz intensa e interna de un cometa que tuvo la virtud de pasar e iluminar para siempre la oquedad puneña de esos años. Y hasta hoy nos ilumina a través de sus libros imperecederos que tocaron realidades nuevas del Altiplano. En su corta vida escribió y pensó más que muchos escritores e investigadores de oficio y conoció de paleontología, geología e historia, geografía, limnología y arqueología que aplicó a la realidad puneña. Ningún saber le estuvo vedado y todos los conoció a fondo.

Alfonso Torres Luna dedicó su vida al estudio de la educación del Perú, al estudio sociológico, etnológico, histórico, geográfico y económico de Puno, con sólida preparación académica y entrega total al trabajo de educador e investigador. Estuvo provisto de una excepcional agudeza mental que le permitió calar hondo en la historia de Puno y del Perú. Y fue sobre todo un profesor que no impuso estilos de vida ni pretendió modelar a sus discípulos como hoy lo hacen los profesores de la actualidad que calcan recetas e imponen conductas. Él pensó, escribió y a través de sus obras influyó su entorno, fue una enzima que propició reacciones y motivó personas.

Alfonso Torres Luna, albergó el propósito de presentar ideales, tal vez dispersos y distribuidos en un repositorio, pero que conociéndolos nos permite mostrar la herencia patrimonial del remoto pasado puneño. Ahí están el cimero “Puno histórico” que aborda temas e inquietudes que la misma “Monografía de Puno” de Emilio Romero no incluye y, tenemos, también el libro “La meseta y el lago Titicaca” que inaugura la primera explicación técnico científica de la formación geológica de esa maravillosa cuenca. Ambos son textos de obligada lectura que, en toda su vastedad, versación y manejo de documentación inédita, se convierten, aún hoy, en admiración de propios y extraños. No obstante, su restringida divulgación, conspira a robustecer la formación de una sólida conciencia social e identidad regional. ¿Quiénes y cuántos han leído esos libros ineludibles? La respuesta puede ser desalentadora por la exigüidad de lectores y por la poca proyección de esas obras medulares e imprescindibles.

Alfonso Torres Luna, junto a su esposa Consuelo Ramírez Figueroa de Torres Luna, educadora como él, hicieron una puesta en común para forjar un pensamiento regional integral y coherente. Problematizaron, reflexionaron, meditaron, sintieron y escribieron sobre Puno que fue la masmédula de su inspiración y por eso trascendieron la pedagogía y educaron para la liberación al instrumentar. Eso es su gran mérito. Ambos, consiguieron un lugar en la historia y en la pedagogía regional. Y entonces, Freud, Carvalho y otros analistas y sicologistas quedan con sus argumentos estériles ante la fuerza y la acción de un escritor que fue maestro sin imponer verdades ni esclavizar voluntades.

En Alfonso y Consuelo, en sus obras y en su unión de pareja rescatemos la surgencia, que deja de ser contradictoria, de ese ser llamado maestro que lo es porque no impone, sino suscita, que no aherroja, sino libera pensamientos. No olvidemos que a casi 89 años de la muerte de ese ínclito puneño y poco después de fallecida su compañera, una parte de sus cenizas descendieron a la eternidad del lago Titicaca que ya los tiene en su seno, convertidos en música, amanecer y enseñanza inmortal. Otra parte de sus cenizas, se encuentra en el Glorioso Colegio Nacional San Carlos y otro tanto en el Colegio Alfonso Torres Luna de Acora que lleva su nombre.

¿Qué sabemos de Alfonso Torres Luna a 123 años de su nacimiento? Poco. ¿Qué sabremos luego cuando se cumpla 100 años de su muerte? Incógnita.