Como los apóstoles reunidos y aunados por María Santísima en el Cenáculo en espera del Espíritu Consolador, nosotros también hemos de reunirnos en torno a la Virgen María para que ella interceda por la Iglesia para que sea conservada su unidad y para que todos aquellos que se encuentran separados y como ovejas dispersas vuelvan al único rebaño de Cristo.