Nicaragua se dividió un poco más tras la votación de este domingo. El país centroamericano no eligió entre uno u otro partido, sino entre avalar o no con su participación las elecciones para renovar un cuarto mandato consecutivo de Daniel Ortega. En un contexto de detenciones masivas, exilio y represión, la oposición a Ortega protestó quedándose en casa como si la cita electoral no existiera.
El líder sandinista apenas cuenta con un 19% de apoyo según las encuestadoras serias. Pese a ello el organismo electoral divulgó unos primeros resultados parciales que otorgaban un respaldo del 75% a Ortega con una participación del 65%. Cifras que contrastaban con la escasa afluencia detectada en los colegios durante la jornada electoral.
El mandatario había diseñado para este 7 de noviembre una votación rodeada de opositores cómodos. La convocatoria fue considerada una farsa por la oposición y la comunidad internacional. La organización Urnas Abiertas difundió que según sus 1.450 observadores repartidos por el país la abstención fue del 81,5% en promedio.
No obstante, durante todo el domingo el esfuerzo del Gobierno sandinista fue tratar de imponer una narrativa de normalidad democrática y gran afluencia en los colegios electorales. Desde primera hora de la mañana los canales oficiales desplegaron todos sus medios tratando de mostrar un país votando en paz que abarrotaba las urnas para participar en la “fiesta cívica”.
Las televisiones utilizaban para ello planos cerrados y más de un periodista pasó apuros cuando en las primeras conexiones no encontró ningún votante a quien entrevistar cuando desde el estudio le daban paso en directo.
Fuente: ElPais