“La letra con sangre entra” fue un modelo de educación donde la figura del maestro tiene la autoridad y potestad descontrolada sobre sus alumnos.
Por: José Calisaya
“La letra con sangre entra” es el título de una obra perteneciente a Francisco de Goya, pintor europeo expresionista del siglo XVIII, donde ilustra la defectuosa educación que recibían los niños desde su primera infancia, clara muestra que en la relación enseñanza-aprendizaje ha primado durante siglos un modelo de superioridad e inferioridad, donde existe predominantemente una relación de poder que de aprendizaje; fue un modelo de educación donde la figura del maestro tiene la autoridad y potestad descontrolada sobre sus alumnos. Los pedagogos, psicólogos han escrito muchas reflexiones críticas a este sistema educativo llena de amedrentamiento, violencia, actos lascivos y discriminación que se diera en Europa.
En el Perú durante los primeros trescientos años de la época colonial, desde el siglo XVI la educación tenía su principal aliado: la iglesia católica, cuyos religiosos dirigían las parroquias de los indios, llamadas “doctrinas”, y se encargaban de la evangelización y de la enseñanza; las órdenes religiosas inventaron métodos novedosos para transmitir los conocimientos religiosos, pinturas, catecismos con dibujos en lugar de palabras, danza, teatro y música, además de enseñar las artes y oficios.
En la vida republicana del Perú, la clase política y las élites intelectuales habían proclamado desde inicios de la Independencia que uno de los principales deberes del naciente Estado sería la expansión de la educación hacia todos los sectores de la sociedad, para finales del siglo XIX los avances reales en el campo habían sido casi inexistentes; ello motivó la creación de las escuelas libres, que permitían a las comunidades indígenas suplir la ausencia del servicio por parte del Estado, pero también permitían una menor influencia del Estado en sus currículos escolares. Por ejemplo, una de las primeras escuelas libres de Puno fue fundada por Manuel Zúñiga Camacho en 1904. En ella estudiaban niños de ambos sexos, a quienes se enseñaba a leer y escribir, además de «fomentar la higiene, la salud, la artesanía y las técnicas mejoradas de cultivo”. La escuela de Camacho tuvo que cerrar al año siguiente por la presión de las autoridades, ello impulsó que en los años sucesivos se iniciara una amplia labor educativa, que sería igualmente combatida por las autoridades políticas y eclesiásticas de la zona. La escuela de Camacho, había fue el origen del programa escolar actual de educación bilingüe, porque fue una pedagogía amigable con el educando, se enseñaba con el uso del idioma nativo.
Sin embargo, las escuelas indígenas públicas enfrentaron problemas de presupuesto y oposición. Alberto la Torre, director de la Revista Kosko, en 1924 daba cuenta sobre las pésimas condiciones del servicio educativo y la falta de asistencia de alumnos en épocas de faena agrícola. En las regiones de Puno, Cusco, Huancavelica y otros, los «niños indígenas desempeñan en su totalidad el oficio de sirvientes y es natural suponer que los patrones se nieguen a hacer concurrir a las escuelas», existía una oposición abierta de los gamonales, terratenientes y hacendados a la creación de escuelas en su localidad. La élite puneña tenía la preocupación, que los indios pierdan sus hábitos laborales y respeto a sus “superiores”, para ellos, la educación indígena era un peligro que podría desenmascararlos en su manejo de documentos falsificados, sobre sus tierras y perderían el control frente a sus colonos, resumiéndose su posición en la frase: “indio leído, indio perdido”. Esta realidad motivó a que la educación indígena esté manejada políticamente; Alejandro Maguiña, en 1905 fue comisionado de educación en Puno, sostenía que la educación debía estar centrado en: hábitos de higiene y la moral, porque el objeto del estado estaba centrado en la continuidad de la explotación, servicios forzados, no remunerados y contribuciones, etc.
La lucha por la educación como derecho de todo ciudadano, fue emprendido por muchos maestros pedagogos puneños como: Julián Palacios Ríos, Telesforo Catacora quien instituye la Escuela de Perfección (1903), José Antonio Encinas y su Centro Escolar de Varones N° 881, donde aplica su teoría: el Ensayo de Escuela nueva en el Perú, María Asunción Galindo, José Portugual Catacora, quien es considerado como el pionero de la literatura infantil andina y forma parte de la exposición de “21 intelectuales peruanos del siglo XX” al conmemorarse el bicentenario de la independencia del Perú.
En la actualidad, la educación peruana aún evidencia una educación colonialista, el modelo educativo actual refleja un pensamiento positivista, que se limita a la entrega de información y cuyo eje es la alfabetización en el uso de técnicas, tecnologías y competencias necesarias para las exigencias de un mercado capitalista y de un estado asistencialista. Cambiar la educación autómata está en manos de los Docentes, porque “el docente tiene en su poder la llave de las conciencias futuras”.