En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo” por eso la bondad de Dios no tiene fronteras y no discrimina a nadie: los dones del Señor son universales, para todos, reflexionó el reverendo padre Alfredo Húngaro en la misa dominical.
Así mismo, manifestó en la homilía que todos están en la posibilidad de responder a la invitación de Dios y que nadie tiene el derecho de sentirse privilegiado o exigir una exclusividad ante él, porque la bondad de nuestro creador no tiene límite; subrayó.
Todo esto nos induce a vencer la costumbre de situarnos cómodamente en el centro, como hacían los jefes de los sacerdotes y los fariseos, esto no se debe hacer; debemos abrirnos a las periferias, reconociendo que también quien está al margen, incluso ese que es rechazado y despreciado por la sociedad es objeto de la generosidad de Dios, puntualizó el padre Alfredo Húngaro.