Por: Jaime Barrientos
Un ritual andino de respeto y aproximación a la Madre Tierra, que en las poblaciones andinas no se ha perdido en cientos de años, es la inclinación de las colectividades hacia la Pacha Mama a la que se le rinde tributo de admiración y agradecimiento en varias ocasiones a lo largo del año.
¿Por qué esa inclinación social y cultural hacia la Madre Tierra?
La inclinación obedece a que se considera a la Pacha Mama como generosa en la dotación y suministro de alimentos, que posibilita que, desde las profundidades de su generoso ser maternal, la Madre Tierra permita se enraícen granos, crezcan tubérculos y surjan plantas alimenticias y así, sin pausa ni interrupción, brote la vida mediante productos de diversa composición que facilitan la existencia humana y además, porque la Madre Tierra atenúa la severidad de los diversos climas que se presentan durante cada período anual que especifican los ciclos agrícolas, Es más, la Pacha Mama acude con afecto a quienes le solicitan apoyo y protección de diferente naturaleza y en circunstancias particulares.
No obstante, el homenaje a la grandeza y magnificencia de la Madre Tierra o Pachamama, que también es fuente que suministra agua mediante numerosos puquiales y manantiales bien surtidos que surcan la geografía e irrigan sembríos y engrandecen las cosechas, posee dos caras. Un rostro positivo que irradia sentido y emocionante respeto y otra cara que posee un rostro frívolo y contradictorio. Nos ocuparemos brevemente de ambas caras.
El rostro positivo de las celebraciones es la asociación simpática y empática con la Pacha Mama mediante rituales de ofrenda, de Challa de productos y de ceremonias, con intercambio de productos y alcance de alimentos a la Madre Tierra, en especial de “Coca en kintu” acompañada de oraciones singulares que mezclan sentimientos y afirman los ritos religiosos católicos y andinos unidos por el sincretismo que facilita la convivencia pacífica de creencias que no entran en disputa.
El otro rostro, el no adecuado, es que en medio de las ceremonias se entromete una especie de mercantilismo, digamos doméstico y hasta artesanal que para recibir el apoyo de la Madre Tierra previamente a establecer contacto con ella se hable de transacción y negocio como lazo de unión entre el oferente y el receptor. Y, por ello se dice en la ceremonia de entrega de presentes como un: “Pago a la tierra”, esa es una equívoca aproximación porque donde hay fe y consubstanciación no debería existir ninguna transacción de pago, porque la fe no se negocia. Pagar por creer desdibuja y afea la relación, que, para el caso, debe ser transparente y limpia. Hay que suprimir esa mala tendencia. Una cosa es ofrenda otra es pago. Y los favores que prodiga la Pacha Mama no caminan con el negocio y las visiones capitalistas que mutilan o empequeñecen convicciones.
Los ritos en honor a la Madre Tierra se han estructurado y organizado como tributo de admiración a la grandeza y excelencia por el calor que irradia, por la fertilidad que posee y por el suministro de aguas que caen del cielo y surca las pampas y praderas. Todo ello evidencia que la Madre Tierra o Pachamama es unidad compuesta de varios factores que definen el ambiente o los varios paisajes de los que está compuesta la Madre Tierra.
Entonces, nos preguntamos realizando una crítica final. ¿Debido a qué inconstancias todos los que amamos y respetamos a la Madre Tierra botamos basura y residuos cada vez que tenemos oportunidad de hacerlo? Comemos plátanos y las cáscaras van al suelo de la Madre Tierra, bebemos gaseosas o agua embotellada y el plástico yace en el suelo. Donde caminamos, donde trajinamos, dejamos un manto de suciedad de plásticos inservibles. La conciencia ambiental nos exige que no seamos “Caminantes Contaminantes” y aprendamos a ser coherentes y lúcidas personas que concilian fe con conciencia ambiental porque al final de toda realidad la Madre Tierra y la Pacha Mama son una e indisoluble realidad y, todos cuantos le tenemos fe y respeto, no debemos llenarla de basura. Seamos “Caminantes no contaminantes” y no hagamos negocio con nuestra fe.