El nuevo mandatario busca restablecer relaciones con Estados Unidos y reactivar la economía en medio de la escasez de combustibles y falta de reservas.
Rodrigo Paz Pereira asumió la presidencia de Bolivia tras dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), encabezado por Evo Morales y Luis Arce. Su victoria sobre Jorge Quiroga en segunda vuelta marca un cambio de rumbo político en el país. El nuevo mandatario enfrenta una situación crítica, con escasez de combustibles, falta de dólares y reservas casi agotadas. En sus primeros días de gestión, ha expresado su intención de reinsertar a Bolivia en la comunidad internacional, buscando restablecer vínculos con Estados Unidos, país con el que no existen relaciones diplomáticas plenas desde 2008.
En una señal de giro en la política exterior, Paz viajó a Washington para reunirse con el secretario de Estado, Marco Rubio, y luego a Panamá, donde firmó un acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) por US$3.100 millones. Este financiamiento busca aliviar la crisis de liquidez y garantizar la importación de combustibles, aunque analistas advierten que Bolivia no puede depender solo del endeudamiento. El periodista Rafael Archondo señaló que, además de créditos, el gobierno debe introducir dólares a la economía y frenar el contrabando de combustibles, un problema agravado por los subsidios internos.
La excanciller Karen Longaric sostuvo que, además de la recuperación económica, Paz debe fortalecer las instituciones democráticas debilitadas durante los gobiernos del MAS. Entre sus prioridades, mencionó la reforma del sistema judicial, al que calificó de politizado y perjudicial para la seguridad jurídica y la atracción de inversiones. “Solo un sistema judicial transparente permitirá consolidar la democracia y una economía estable”, remarcó.
En el plano político, el expresidente Evo Morales sigue siendo un actor influyente, pese a la orden de captura en su contra y su confinamiento en Cochabamba. Según Longaric, Morales intentará desestabilizar al nuevo gobierno. A ello se suma la figura del vicepresidente Edman Lara, un exoficial de policía que ganó popularidad entre los sectores afines al MAS. Archondo advierte que Lara podría convertirse en un desafío interno para Paz, dado que su discurso populista y su autonomía política podrían alimentar tensiones dentro del Ejecutivo y representar el mayor reto para la estabilidad del nuevo gobierno.