La mujer andina es dueña del conocimiento ancestral y las habilidades valiosas que son esenciales para la agricultura familiar y comunal.
Por: José Calisaya
La mujer rural andina, a menudo están fuera de la agenda y discurso global por el “Día Internacional de la Mujer”; sin embargo, ellas son dueñas del conocimiento ancestral y las habilidades valiosas que son esenciales para la agricultura familiar y comunal, abocados a lograr en sus hijos una mejor calidad de vida, en un mundo moderno – competitivo.
Al esbozar esta reflexión debemos tener en cuenta que, la existencia en los andes se concibe como una “filosofía de vida” regida por los principios de la complementariedad, reciprocidad, correspondencia y dualidad, que genera una relación con el cosmos, la naturaleza y el hombre. El principio de la dualidad está impregnado en la mujer andina, porque la estructura de este principio, se basa sobre un conjunto de pautas y valores que persisten en la actualidad; ellas desempeñan un papel multifacético, porque se han convertido en las custodias de las semillas nativas, transmitiendo la sabiduría del cultivo y la adaptación a las condiciones climáticas cambiantes. Su profundo conocimiento de la biodiversidad local y las técnicas agrícolas sostenibles, son un recurso invaluable en la lucha contra la erosión del suelo y la pérdida de biodiversidad; gracias a ellas, se garantizan la seguridad alimentaria de la comunidad además de proveer los productos a la zona urbana, haciendo frente a los desafíos que les presenta el desequilibrio ecológico.
La interacción colectiva de la mujer andina siempre tendrá un sentido dual, lo que en aimara se denomina “panipacha” (entre ambos), generando lazos de solidaridad, reciprocidad e igualdad de condiciones entre el hombre y la mujer, de acuerdo a una escala de valores individuales y colectivos de la cultura andina, que regula el modelo de coexistencia en la sociedad; por tanto, los principios de reciprocidad y complementariedad, forma parte del sistema de distribución y equilibrio en el mundo andino, disponiendo, tanto en el varón y la mujer una clara conciencia de su identidad, de su singularidad, de sus posibilidades, y los roles de su competencia en la sociedad, que está vigente y emergente actualmente.
La participación de la mujer andina en el contexto sociocultural y religioso, descansa en la conciencia individual y social, modelada y sistematizada por la misma comunidad, porque la mujer – madre y líder, no sólo vive compartiendo hábitos, ideas, creencias, sino que interactúa en el quehacer diario, respondiéndose a las acciones y necesidades familiares y comunales, planteando sus perspectivas personales y colectivas; vivencia que muchos sociólogos y antropólogos lo descifran como un equilibrio de la complementariedad, que es extensiva a interacción con la equidad, que tiene estrecha relación con los deberes y los derechos de la mujer en un contexto social y económico; reflejando el papel interactivo en la comunidad, vivenciando el principio básico de dualidad e identidad, siendo expresivo en la manifestación artística de sus cantares y la danza, que son la alianza para llenar el espíritu y alegría en los participantes y trabajadores de la tierra, generando ambientes propicios en las tareas colectivas, constituyéndose en una costumbre cargado de ritos y festejos dedicados a las deidades ancestrales de la naturaleza y el cosmos.
Al aproximarse la conmemoración del “Día Internacional de la Mujer”, en la sociedad andina, se reafirma la estructura social con sentido de solidaridad e igualdad de condiciones entre la mujer y el varón, dejando como precedente la vigencia del principio de igualdad y equidad de la mujer, no habiendo discriminación en el modelo social andino, manteniéndose en la familia la estabilidad conyugal en base a la identidad individual y marital, como un cuerpo dual en la interacción social y laboral, dando sentido a la acepción de “panipacha y/o chacha warmi” en concordancia con los valores socioculturales y económicos andinos.
Queda demostrado, que la igualdad de género y equidad que aún se discute en los centros del saber y conocimiento contemporáneo, en el mundo andino, es una práctica de valores y principios ancestrales. Debemos de reconocer y valorar el empoderamiento de la mujer rural andina en:
– Mantener la seguridad alimentaria de la población
– Contribuir a la conservación de la biodiversidad y
– el manejo sostenible de los recursos naturales.
Frente a esta realidad, las autoridades locales, regionales y nacionales, lejos de lo discursos, deben elaborar proyectos y programas, para brindarles las condiciones en el acceso a la educación de calidad, tecnología, y recursos, para mejorar sus condiciones de vida en la zona rural, para enfrentar los desafíos climáticos de manera efectiva.
Por otro lado, la presencia de la mujer rural andina en los movimientos reivindicatorios, muestran el rol significativo en los mecanismos de poder y decisión; así mismo, en un mundo de gigantescos avances científicos y tecnológicos, la mujer rural andina de nuestra generación, actualmente se desenvuelve profesionalmente, mostrando su capacidad de insertarse con facilidad al mundo contemporáneo, manteniendo sus patrones identitarios.