Hoy se recuerda el Día de la Danza de Tijeras


Considerada como una de las expresiones artísticas de mayor exigencia física y dueña de un aura mística singular, la Danza de Tijeras celebra hoy su día. En 1995 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación y en 2010 fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de Unesco.

La Danza de Tijeras es un baile ritual cuyo origen se remonta a los chankas, que pugnó con los incas en el siglo XV y se extendió por la cordillera andina central del Perú, en las actuales regiones Huancavelica, Ayacucho y Apurímac.

Los intérpretes de esta ancestral danza mencionan que descienden de los «tusuq laykas» que eran sacerdotes, adivinos y curanderos. Durante la época colonial fueron conocidos como «supaypa wawan» o hijos del demonio, por lo que fueron perseguidos por la iglesia en aquel entonces. Ello los obligó a refugiarse en las zonas altoandinas.

Con el paso del tiempo, los colonizadores aceptaron que volvieran a danzar, pero condicionándolos a rendir tributo a Jesús y a los santos. Así se iniciaría una tradición de ejecutar esta danza en fiestas patronales.

Danza competitiva

La Danza de Tijeras se expresa como una competencia y su ejecución coincide con fases importantes del calendario agrícola. Debe su nombre a las dos hojas de metal pulimentado, parecidas a las de una tijera, que los danzarines empuñan en su mano derecha.

Se ejecuta en cuadrillas y cada una de ellas –formada por un bailarín, un arpista y un violinista– representa a una comunidad o un pueblo determinado. Para interpretar la danza se ponen frente a frente las cuadrillas de bailarines, quienes al ritmo de las melodías interpretadas por los músicos que les acompañan, tienen que entrechocar las hojas de metal y librar un duelo coreográfico de pasos de danza, acrobacias y movimientos cada vez más difíciles.

Ese duelo entre los bailarines, llamado “atipanakuy” en quechua, puede durar varias horas, y los criterios para determinar quién es el vencedor son la destreza física y las coreografías de los ejecutantes y la calidad interpretativa de los músicos que acompañan la danza.

Los bailarines, que llevan atuendos bordados con franjas doradas, lentejuelas y espejitos, tienen prohibido ingresar a las iglesias con esta indumentaria porque sus capacidades, según la tradición, son «fruto de un pacto con el demonio». Esto no ha impedido que la danza de las tijeras se haya convertido en un componente apreciado de las festividades católicas.

Los conocimientos físicos y espirituales implícitos en la danza se transmiten oralmente de maestros a alumnos, y cada cuadrilla de bailarines y músicos constituye un motivo de orgullo para los pueblos de los que provienen.