Los Jesuitas en Juli


Juli
Foto: Juli

Los Jesuitas que llegaron a Juli venían primero a aprender quechua y aimara y hacían gala de su capacidad intelectual en la evangelización de Juli.  

En Juli se editaron los volúmenes más importantes y avanzados de la época en aimara y doctrina de indios.

Por: José Calisaya

El pasado colonial de Juli y de su origen como reducción, está escrita como la forma de organización política, administrativa y religiosa según las crónicas coloniales y los estudios históricos recientes.

Los jesuitas usaron sus influencias en España para tener la autorización de Felipe II, hecho que les permitió ingresar a Lima el 01 de abril de 1568, instalando sus primeras misiones en Huarochirí (Lima), donde supieron del uso de las lenguas indígenas y las formas de evangelizar a los indios. El 4 de noviembre de 1576 inicia la misión de Juli, destinada a alcanzar no solamente frutos notables de apostolado, sino también celebridad en la historia de la Iglesia hispanoamericana (NIETO VÉLEZ, 1994: 134). Antes de los jesuitas, en Juli estuvieron haciendo misión la Orden de Santo Domingo: los dominicos; ellos habían organizado la reducción de Juli en primera instancia, aunque su estadía fue muy breve: desde 1565 hasta 1573, devolviendo la misión a la Corona española, efecto de las múltiples quejas existentes en su contra; por esta razón, fue el mismo virrey Toledo quien pidió que fueran los jesuitas quienes asumieran la posta de la evangelización en Juli. Los Dominicos dejaron como herencia los templos: San Pedro, San Juan y Santa Bárbara (URTEAGA, 2008). La zona misional juleña fue dividida en cuatro doctrinas: San Pedro, San Juan, La Asunción y Santa Cruz. Además, ya que el repartimiento de Chucuito estaba incorporado a la Corona, no había encomenderos que entorpezcan la tarea misional de los jesuitas.

Los Jesuitas que llegaron a Juli eran la flor y nata de la orden religiosa: artistas, lingüistas, filósofos, teólogos hacían gala de su capacidad intelectual en la evangelización de Juli, instituyéndose la gran Escuela Misional de los Jesuitas, por esta razón, los Jesuitas recién llegados de Europa, venían primero a Juli para aprender quechua y aimara (ALBÓ, 1999), para luego habituarse a la costumbre de los indios; en Juli se editaron los volúmenes más importantes y avanzados de la época en aimara y doctrina de indios.

Hubo muchas controversias en la instalación de una de las primeras imprentas de América en Juli, aunque sea por un breve periodo, téngase presente que la primera imprenta del Nuevo Mundo fue establecida en la ciudad de México,   por el impresor sevillano Juan Cromberger (de familia alemana) y su asistente Juan Pablos (italiano) en 1539 (Pierre Duviols; 1985); la primera en el Perú, la estableció el impresor italiano Antonio Ricardo en 1581-82, quien antes había trabajado en México; fue el impresor Francisco del Canto el que, a invitación de los Jesuitas, fue a Juli en 1612 a publicar ‘in situ’ el «Vocabulario» (diccionario) y el «Confesionario» (catecismo) de la lengua aimara que había escrito el jesuita napolitano Ludovico Bertonio, quien tuvo como su discípulo indígena a Martín de Santa Cruz (ex alumno del Colegio de Juli), ayudó a Ludovico Bertonio a la traducción del español al aimara y viceversa.

Bernardo de Bitti como Sacerdote y pintor Italiano Jesuita, llegó a Lima en 1575, para “evangelizar por medio del arte”, marcando el verdadero inicio de lo que llamamos escuela cuzqueña de pintura. Hacia 1583 Bernardo de Bitti introduce en Cuzco una de las corrientes más reconocidas del arte europeo, el “manierismo” (reacción al clasicismo renacentista, que buscaba romper con reglas y proporciones estrictas y explorar nuevas formas de expresión artística). En 1585 se traslada a Juli – Puno, retorna a Cuzco entre 1595 y 1598, alternando su estancia en esta ciudad, con las ciudades de Chuquisaca y Arequipa incluso hasta 1600. Se hace referencia a una nueva estancia de Bitti en Arequipa hacia 1603 retornando a Lima en 1604, ciudad donde permaneció hasta su muerte.

En la educación, los Jesuitas aperturaron centros educativos, se establecieron en el marco de la política de reconocer y otorgar rango social a los curacas y mandones que se adhirieron a colaborar con los conquistadores; a éstos se les equiparó inclusive su posición en la nobleza española, exonerándolos de las obligaciones, servicios y contribuciones impuestas a la generalidad de los nativos; los documentos de la Compañía de Jesús que señalan que las materias impartidas eran: la enseñanza del catecismo, lectura, aritmética, moral, urbanidad, gramática, escritura, geografía, e historia sagrada; para el caso de niños prevalecía, la doctrina, la urbanidad, y los trabajos domésticos; a los jóvenes se le enseñaba las artes y oficios en los talleres donde se enseñaba diferentes labores artesanales; a las alumnas se les enseñaba las artes domésticas, las tareas que se consideraban propias de la mujer: aprendían a leer, escribir, música y baile, labores de costura, bordar, cocina, buenas costumbres, moral.

Los Jesuitas permanecieron en Juli durante 190 años, a instancias del Conde Aranda, Ministro de Carlos III, los Jesuitas respetaban la organización familiar de los indígenas, su lucha se centró principalmente contra la poligamia, incluso a la hora de organizar las fiestas de los matrimonios, se respetaba el ceremonial tradicional indígena, practicándose posteriormente el ceremonial católico. La Congregación de los Jesuitas fueron expulsadas de España, el 27 de febrero de 1767, por real cedula del 5 de abril de dicho año, en el virreinato del Perú, esta orden que hizo cumplir el Virrey Manuel de Amat el 3 de enero de 1768. La expulsión de los Jesuitas de Juli, fue ejecutada por el Marques de Haro, Gobernador de la Provincia de Chucuito, el 3 de septiembre de 1768.

Lope de Vega en su obra “La Arcadia” sintetizó la presencia de los Jesuitas en Juli: “Al rey infinitas tierras y a Dios infinitas almas”; el resultado de todo ello fue “La Encomienda de Chucuito” en el virreinato del Perú. Un sincretismo cultural, social y religioso donde la cultura castellana, el orden europeo y la fe cristiana cohabitaron con un mestizaje diferenciador a la vez que con resistencias, indiferencias y asimilaciones indígenas no del todo definidas y mucho menos concluidas.