El segundo día, Gladys sale a comprar pan. Observa muy poca gente caminando en las calles, muy pocos autos, casi nada de transporte. La esquina donde vendía desayuno está vigilada por militares con mascarillas y hay colas enormes en todas las bodegas.
Ella se aguanta las ganas de llorar. Llegando a su casa le pide dinero a su esposo para poder comprar alimentos y también poder pagar el alquiler de la habitación donde viven. Él como siempre le dice que no tiene dinero.
Por todas las circunstancias Ella piensa volver a su comunidad, si el dinero se le acaba y no se levanta la cuarentena en quince días; pero a ella le da vergüenza al pensar cómo le vería su ex prometido Juvenal; pues en la fiesta patronal ella se lució con su nuevo esposo con rasgos extranjeros, y para sondear la situación llama a su padre por teléfono.
Y así transcurre los días la suegra de Gladys ha sido beneficiada con el bono que otorga el gobierno, el bono quédate en casa, ella siente mucha desazón e impotencia y se ofrece a acompañar a la anciana, y la anciana le manifiesta que ella ha vivido mucho tiempo, que estaba demás y que era ella la que tenía que cuidarse cuidarse para así criar a su hijo.